De regreso al Zócalo: un pueblo que se mueve solo
- La asistencia masiva no fue producto de la manipulación, sino de una convicción política construida durante años
Por Mario Moreno Becerril, Coordinador del Programa Trato Digno ISSSTE
La movilización del 7 de diciembre en el Zócalo capitalino encendió, como era previsible, un debate que ya se ha vuelto ritual: ¿acarrearon gente o el pueblo salió por voluntad propia? La oposición, sin pruebas y sin creatividad, insistió en el viejo recurso del desprestigio. Pero lo que se vio en el Zócalo fue algo muy distinto: una manifestación ciudadana auténtica, una reafirmación del proyecto político que millones han respaldado desde 2018 y que hoy continúa bajo la conducción de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Hablar de acarreo es desconocer la realidad social del país. La 4T no se sostiene en la manipulación de la gente; se sostiene en una legitimidad histórica, en decisiones que por primera vez han priorizado bienestar por encima de privilegios. Cuando la población siente que su dignidad ha sido tomada en cuenta, que las desigualdades comienzan a corregirse y que el gobierno escucha, no necesita que nadie la “lleve” a ninguna parte. Va sola.
Las imágenes del Zócalo mostraron familias, trabajadores, jóvenes, adultos mayores y organizaciones sociales que viajaron desde diferentes estados. No fueron empujados por operadores, sino motivados por un sentido de pertenencia política. Esta pluralidad recuerda que las plazas públicas no son propiedad de ninguna élite: pertenecen a quienes las llenan con su presencia, sus consignas y sus expectativas. Si la oposición quisiera replicar una movilización así, tendría que recuperar algo que perdió hace mucho: credibilidad.
La presidenta Sheinbaum ha sido firme al rechazar la narrativa del acarreo y lo hace con razón. No sólo porque es falso, sino porque reduce al pueblo a un papel pasivo, casi infantil. Es un discurso profundamente conservador: supone que la ciudadanía no piensa, no decide y no se organiza. El Zócalo del 7 de diciembre desmintió esa visión por completo. Nadie puede simular el entusiasmo que se palpó ahí, ni inventar la emoción colectiva que se genera cuando la gente siente que forma parte de un proceso histórico.
Las transformaciones profundas no dependen sólo de gobiernos; dependen de la energía social que los acompaña. Y esa energía estuvo presente, viva y consciente. La movilización fue, en esencia, un recordatorio: la Cuarta Transformación sigue siendo un movimiento popular, no una maquinaria burocrática. Y mientras siga siendo así, seguirá llenando plazas, urnas y conciencia social, por más que a algunos les incomode.
UN COMENTARIO MÁS
Un signo adicional de esta nueva etapa es el esfuerzo por unificar los servicios de salud entre ISSSTE, IMSS e IMSS-Bienestar. La integración no sólo busca eficiencia administrativa; busca justicia. Por primera vez en décadas se está trabajando para que el acceso a la atención médica no dependa del tipo de empleo o del seguro asignado, sino de la simple condición humana de cada persona. Es un proyecto ambicioso, técnicamente complejo y socialmente impostergable: la salud como derecho, no como privilegio fragmentado. Es una de las acciones más significativas del gobierno actual y una muestra clara de que la transformación avanza no sólo en las plazas, sino también en la vida cotidiana de millones.