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La verdad frente a la desinformación

La verdad frente a la desinformación
  • Publishedseptiembre 22, 2025
  • Desde los primeros instantes tras la tragedia en Iztapalapa, el ISSSTE garantizó atención completa a víctimas y familias, desmintiendo rumores de desabasto y abandono.

Por Mario Moreno
Coordinador del Programa Trato Digno, ISSSTE

La tarde del 10 de septiembre, cuando ocurrió la explosión de una pipa de gas LP en Iztapalapa, el país entero se estremeció. En cuestión de minutos, las víctimas comenzaron a llegar a los hospitales. Desde ese momento, el director general del ISSSTE, Martí Batres, dio instrucciones precisas: nadie se queda sin atención, sin importar si es derechohabiente o no.

A partir de ese momento, todo el personal del Hospital Regional General Ignacio Zaragoza, el más cercano del Instituto al puente de La Concordia, incluido su director, médicos, enfermeras, personal administrativo, policías y enlaces del Programa Trato Digno nos mantuvimos en guardia día y noche. Estuvimos 24 horas continuas acompañando a pacientes y familiares, asegurándonos de que contaran con todo lo necesario: medicamentos, insumos, estudios y las pruebas de ADN que se requirieron en coordinación con la Fiscalía de la Ciudad de México.

Por ello, preocupa que, en medio de este esfuerzo, surgiera la desinformación. Algunos medios y comunicadores —entre ellos Carlos Loret de Mola— afirmaron que había carencia de medicamentos y que se estaba pidiendo a los familiares comprar insumos para curaciones. Esto es absolutamente falso. Las entrevistas con familiares y los testimonios directos demuestran que nunca se les pidió dinero ni materiales.

Otro caso fue el de la periodista Azucena Uresti, quien aseguró que las víctimas estaban solas en los hospitales. Rodrigo Ávila, Director de Oficinas de Representación del ISSSTE, lo desmintió: cada paciente estaba acompañado de un familiar cercano, ya fuera su mamá, su papá o su pareja.

Las tragedias nos recuerdan que, detrás de cada vida en riesgo, existe un ejército de manos y corazones entregados. Fui testigo de médicos que renunciaron al descanso, enfermeras y enlaces del Programa Trato Digno que se mantuvieron firmes en acompañar a cada familia, sin soltarlas ni un instante, y un director de hospital que se mantuvo firme, hombro con hombro con su equipo, sin abandonar su puesto en ningún momento. Fue un trabajo ejemplar, lleno de humanidad y solidaridad.

Mi reconocimiento también al esfuerzo de los equipos médicos y administrativos de otros hospitales del ISSSTE que han atendido y continúan atendiendo a víctimas de la explosión, como el Hospital General “José María Morelos y Pavón”, el Hospital General ISSSTE Tláhuac y el Centro Médico Nacional “20 de Noviembre”. Su compromiso, profesionalismo y humanidad han sido fundamentales para brindar atención especializada y seguimiento a quienes enfrentan lesiones graves.

También es justo reconocer a la ciudadanía, que mostró solidaridad ofreciendo alimentos y apoyo afuera de los hospitales. Esa colaboración es un reflejo de lo que somos como país: cuando la tragedia golpea, crecemos juntos.

Hoy, mientras en los hospitales de la ciudad se libra la batalla por salvar vidas, lo verdaderamente valioso no son los rumores, sino el esfuerzo tangible de quienes están ahí: médicos, enfermeras, camilleros, personal administrativo y enlaces que, más allá de cumplir con una obligación laboral, han hecho de su servicio un acto de humanidad. Hay algo que el dinero no compra: la entrega, la empatía y la voluntad de permanecer firmes junto a quienes más lo necesitan.

Duele que la desinformación intente oscurecer lo que ha sido un esfuerzo colectivo y ciudadano. Nuestro compromiso es doble: cumplir con nuestro deber como trabajadores del Estado y, al mismo tiempo, no dejar nunca solas a las familias que atraviesan esta tragedia. Ojalá que los medios de comunicación, en vez de alimentar dudas sin fundamento, se unan a contar estas otras historias: las de quienes, con bata blanca o uniforme, decidieron estar de pie cada segundo, no por reconocimiento, sino por la convicción de que la vida de un ser humano siempre merece la pena.

Written By
Red Capital